1/10/2006

La sonrisa

ROSA MONTERO

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Lo peor de todo es la sonrisa. Esa expresión de jolgorio cómplice y de pleno disfrute en su rostro de casi niño. Qué divertido, hemos insultado, maltratado, atizado a una mendiga: un chico golpea a su víctima con un cono de circulación. Mientras lo hace, sonríe.

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En la imagen siguiente, su sonrisa ha aumentado. Ilumina de felicidad su cara de chico bien. Qué ratito tan guay estamos pasando. Después se ve entrar a Juan José con la garrafa de líquido inflamable. A partir de ahí, las llamas y el horror.

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Hay atrocidades que parecen no cabernos en la cabeza por lo desorbitadas, por lo incomprensibles. Como el brutal asalto a esta mujer. Alguien del entorno de los agresores declaró que los chicos no pensaban matarla, que sólo "querían darle un escarmiento". Una frase tremenda.

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¿Es que había que escarmentar a la víctima? ¿Se merecía esa pobre mujer un escarmiento? ¿Por ser indigente?

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Hay algo aún peor. Cuando ese tipo habló de escarmentar, lo hizo con el convencimiento de que los demás le entenderíamos. Y sí, lo más triste es que le entendemos. Porque los indigentes nos irritan. Su infelicidad y su miseria ensucian nuestra tersa, egocéntrica burbuja de ciudadanos ricos, haciéndonos sentir desagradables emociones: responsabilidad, vergüenza, incluso compasión. Para evitar todo esto deshumanizamos al mendigo y le transmutamos en un objeto.

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