8/16/2008

Monalisa

—¿Y la muchacha?

—Lo invitan a todas las fiestas. ¿Ya te la acabaste, pido más? Antes de que se acaben.

—¿Cuáles fiestas?

—Llámale a la muchacha, ¿por qué no viene?

—Lo he visto en varias. Siempre está rodeado de mujeres, pero nunca dice nada. Se queda callado. Piñatas. A lo mejor anda perdida.

—Creo que ya se acabó. Me ando secando.

—Los autistas tienen mucho pegue con las mujeres, ¿no sabías? como los gays. A lo mejor es autista. Ahí viene Tinker, Tinker Bell.

—¿Autista? Aun no sale del clóset.

—Se la pasa callado, no sé cómo le hace, no dice nada y tampoco toma alcohol, solo le hace compañía a la gente.

—Entonces gay.

—Y dale.

—Los gays no toman, se cuidan la figura. Ya llegó Tinker.

—Los autistas tienen comportamientos parecidos. Se quedan callados, sonriendo, captan el panorama.

—Le da confianza a la gente. Nunca rechaza una invitación. Va a todas las fiestas. El otro día una persona lo invitó a una fiesta difícil, para que le diera ánimos, una fiesta familiar, con vecinos y todo.

—Corazón, ¿nos traes de las mismas?

—No hay, se acabaron. Solo queda soda.

1/05/2008

Conserjes

Uno no imagina las historias, hasta que las escucha de parte de unos conserjes. Se trata de una pareja que hace el aseo en el edificio donde trabajo. Al parecer, por los horarios que manejan, les ha tocado vivir una serie de situaciones. Empiezan su jornada cuando todos se van, a eso de las 6 de la tarde, y se van hasta la madrugada. De forma que han visto cosas. Una cosa fue un fantasma, que el hombre me confesó. Se trataba de una mujer escultural, me dijo. Yo estaba en la escalera, tomando un breik, cuando oí unos tacones. Voltee hacia el puente, y vi una mujer alta, en minifalda, caminado. Cuando cruzó el puente, la perdí de vista, por lo que corrí para seguir viéndola, pero para mi sorpresa, no la volví a ver. Pensé que se había escondido en la pared, pero era imposible. El caso es que el conserje estaba seguro de haber visto un fantasma. Entre otras cosas que han visto, son personas que viven en sus carros. Quizá no tienen casa, me dijo, y viven en sus carros. Los estacionan en las partes obscuras y ahí pasan la noche. Al día siguiente los ves irse a sus trabajos, bien vestidos y todo. También les ha tocado presenciar robos. Una vez robaron una oficina, dijo él, se llevaron una computadora. Otra noche se robaron un carro. También se juntan mujeres, dijo él, usted sabe. Se estacionan con sus clientes y solo se ven los cuerpos en las sombras. Hay de todo, dijo la mujer de la pareja. A veces hace frío, a veces llueve, a veces se oyen ruidos. Sí, dijo él, a veces una familia de mapaches. Viven en los árboles. En la noche salen por los pasillos y buscan comida. Los ves pararse en sus dos patas y se ven muy altos, te dan miedo porque ya no temen a los humanos, están acostumbrados. Luego, dijo la mujer, ves a vagos que viven en los contenedores de basura. Uno va a tirar la basura y se enojan si haces ruido.

Yakiudon

Fui a comer con un amigo a un restaurante oriental. Anteriormente me había enfermado en ese mismo lugar al comer pollo, de forma que en esta ocasión ordené un yakiudon. Lo cual es un platillo con fideos y verduras. Mira esa mesera, dijo mi amigo. Está bien buena, siempre que vengo me saluda. Se trataba de una mujer oriental de pelo corto. Alta y de buen cuerpo. La comida llegó. Hicimos charlas y más tarde salimos del lugar. En la calle, al subir al carro, noté unos lentes tirados al lado de un carro. Eran unos lentes de aumento. Mira, le dije. Los tomé del suelo, y pensando que quizá se le habían caído al dueño, los puse en el carro de al lado, en la manija de la puerta. Cuando nos íbamos, noté que la mesera del restaurante salía y llegaba al carro. Tomaba los lentes.