9/18/2013

Ahorrar dinero y hacer carrera

—No tengo dinero para ir a la fiesta —le dijo una amiga a Ariadna. Se trata de la fiesta de la Lázaro Cárdenas, la reunión de ex-alumnos, 25 aniversario.

—¿Quieres que te preste dinero? —le dijo Ariadna.

La amiga tartamudeó por el teléfono. Se escuchó un silencio sideral, incluso los ladridos del perro vecino entraron en escena para dialogar el contraste del momento. La ironía salvaje apuntando a la personalidad de la amiga.

La amiga es de buenos ingresos. Aparte de rentas y salarios, recibe becas y otros subsidios para solventar el gasto mensual junto con el buen aporte de su marido. Pero la mujer es lo que se conoce como una persona agarrada.

—Seguro está ahorrando para su viaje en el crucero —le dije a Ariadna—. Así se las gastan los ricos. Ahorran y luego hacen sus movidas.

—Nunca tienen dinero —dijo Ariadna.

A pocos días de la fiesta de la Lázaro Cárdenas, la amiga está a punto de retractarse. Pero en las próximas vacaciones estará cruzando el océano en un crucero o el cielo en un jet, gracias a los dineros que se ahorra al no ir a eventos frívolos.

—El mundo es de los audaces —le dije a Ariadna.

9/13/2013

Ausente

Como siempre, la dueña del negocio no estaba allí.

Se trata de una dueña. Me lo ha confirmado una propietaria de un local vecino cerca de ese kiosko. Es una mujer la dueña. Y hablo de un kiosko o pabellón que vende y repara teléfonos celulares. También desbloquean teléfonos, y te dan servicio de P.O. Box para recibir correo de Estados Unidos. Todo muy bonito y envuelto en un pabellón de 3 x 3 a lo máximo. En un centro comercial de Playas de Tijuana.

Pero el negocio siempre está abandonado. Y no hablo de una o dos veces que lo he visitado. Hablo de unas veinte o treinta ocasiones que he cruzado el pasillo de ese centro comercial en camino a la Comercial Mexicana u otro asunto. Unas veinte o treinta que pudieran ser cincuenta o cien.

No es exageración.

La dueña ha de ser una persona influyente que no ha de pagar renta, o ya es de ella el espacio, porque no veo cómo ese negocio pueda sobrevivir cuando siempre está cerrado. Eso sí, siempre tiene un anuncio pegado en la ventana: regreso en 15 minutos.

—Habrá ido al baño —me dijo la propietaria del local vecino—. El candado de su puerta no está puesto.

—Habrá ido a tomar un café —le dije en plan de burla.

Se trata pues, de una comerciante fantasma. Pensé en quedarme por allí, sentado en alguna banca estratégica para sorprenderla cuando regresara de su mandado. No para comprarle algo, sino para ver qué clase de persona atiende un negocio así.

La señora que no envejece

Este es un increíble caso, verídico. Disfruten y comenten con un like, si gustan.

Hay un caso de una mujer que no envejece en mi calle. Es un caso sorprendente y controversial. ¿Qué opinan ustedes, siguen leyendo?

La acabo de ver subiendo un perro grande a un carro. La señora subía el perro al asiento del copiloto mientras su amiga la veía empujar al perro y someterlo para que se sentara. Se requiere fuerza para esa faena. El perro peleaba con ella. Pero ella no desistía. Empujaba al perro sobre el asiento. La amiga esperaba.

A sus qué, ¿70 años? —nadie sabe su edad—, esta mujer luce como si tuviera mi edad, o casi mi edad. Luce de unos cincuenta años. Este efecto retro inició hace un par de años. La empecé a notar más joven, o como si el tiempo se hubiera detenido para ella. En cambio el marido apenas se puede mover. Camina como si arrastrara el ataúd en la espalda. El marido con el cabello blanco. Ella con el cabello café.

No sé en qué año nació, ni qué edad tiene. Solo sé que es chocante ver cómo los demás envejecemos, y ella continúa fresca y activa, yendo y viniendo en su casa. Siempre barriendo, siempre levantando las hojas que caen de su maldito árbol. Es chocante su obsesión, su ardor por vivir. Joder, déjese de una vez quiere. Deje de robarle el oxigeno a alguien más joven que usted.

9/12/2013

Consumido por la escritura

Cuando uno escribe intensamente por unas horas, se hace un silencio dentro de uno. Las palabras se han detenido y ya no hay nada.

¿Qué tipo de energía se ha retirado del cuerpo al escribir?

—La misma que la del sexo —me dijo en una ocasión una amiga.

Mi opinión: escribir es una electricidad que a momentos duerme dentro de uno, solo para estallar cuando hay el impulso de escribir.

Ahora me siento consumido. He saciado mi necesidad de escribir y ya no queda mucho que ofrecer. Hay que recargar la batería.

Aficionados al arte del multinivel

Frank aun no llegaba y me puse a hojear unos libros en Sanborns.

Sanborns podría ser el lugar más seguro de México. Siempre han tenido a estos hombres de seguridad, con sus sacos pulcros y earplugs en las orejas. Vaya, como si fuera una amenaza el constante hurto de libros. ¿Quién se roba un libro? Pues nadie, pero allí están estos hombres encima de tu cara, para hacerte incomoda la hojeada de libros.

Cansado de echar vistazos a la entrada, me dirigí al café para reunirme con Frank, y allí estaba, entre un stand de lociones. Nos saludamos de abrazo y entramos al comedor como grandes amigos.

Apenas nos saludamos en la mesa, cómo estás, qué has hecho, me empezó a tirar las bases de su negocio de multinivel. Durante los siguientes treinta minutos que estuve allí, Frank me vio cara de cliente. Para que me haya invitado a tomar un café con el pretexto de saludarnos, quizá me vio como cliente desde entonces.

Hasta para la mesera era evidente esta intención. Se trataba de una mujer muy bonita, morena, ataviada con el reglamentario uniforme de mesera de Sanborns. Una falda tipo Adelita de la revolución, con un tanto de maquillaje para realzar las facciones. Aparte, su sonrisa amable. Aparte, sus pechos.

—Sin duda este es el lugar más vigilado de México —le dije a Frank—. No puedes leer un libro a gusto en la librería. Te sientes incomodo porque los de seguridad te están viendo para ver si no te robas un libro.

—Sanborns es una empresa de mucho prestigio —me dijo Frank, mi tío. Frank era mi tío—. Su comida tradicional, y por supuesto, el buen servicio al cliente.

La mesera empezó a sonreírme. No sé por qué, pero era notorio su interés por mí. Quizá se compadecía de que yo estaba siendo objeto de un sales pitch mal intencionado. Quizá ella estaba acostumbrada a ver estas escenas en Sanborns. Sanborns, Vips, son los lugares preferidos por las empresas de multinivel. Les dejan consumir un cafecito y pasar allí un tiempo considerable. Todo por tener presencia de clientela.

Decidí escuchar un poco más a Frank, su sales pitch. Luego me disculpé y me dirigí con la mesera a quien le di mi boleto del parking, para que me lo sellara.

Al poner el boleto en su mano, sin embargo, le vi una expresión en su cara que no le había notado. Y de cerca, el perfume que despedía su cuerpo era del orden comercial.

—Salgo en un par de horas —me dijo.

El terreno número 88

Estamos en uno de estos desarrollos dinosaurios de Tijuana. Mira que lo tengo claro. Allí vamos, camino a Rosarito, y todo ese calor lleno de polvo. Una avenida perdida que conduce, eventualmente, a este desarrollo perdido.

—Ya están vendidos todos los terrenos —nos dice una empleada de la inmobiliaria—. Fue un desarrollo viejo, ya no hay records.

Preguntamos si alguien nos puede llevar a conocer el terreno que buscamos y la respuesta es que ya no hay vendedores de aquellos tiempos, solo vendedores jóvenes que ahora están promoviendo unas casas que parecen influenciadas por Estados Unidos. Llevan un siding de Hardie Board en la fachada. En fin.

Estamos en este mundo perdido. Un desarrollo detrás de otro desarrollo. Es decir, un desarrollo en una montaña, con calles de tierra, y nada de señalamientos. Buena suerte.

—Por aquí encontraremos vestigios de algún dinosaurio —dice Daniel—. Parece Jurassic Park. Es increíble la lejanía urbana en contraste con la ciudad.

Estamos buscando este lote perdido, y no traemos un mapa, un plano, un croquis que identifique la ubicación correcta. Por el cielo pasa un avión de una aerolínea foránea. Daniel se limpia el sudor de la frente. Seguimos.

Seguimos buscando esta propiedad que podría estar invadida por alguna familia necesitada.

—Si alguien invade tu propiedad  —me dijo un abogado el día anterior—, estás perdido. En todo Tijuana hay dos agentes que se encargan de investigar las denuncias de despojos. No se dan abasto. Te llevan el caso hasta dentro de uno o dos años. Si bien te va.

9/11/2013

#911

1
Apenas entramos a Walmart —él iba delante— soltó un humo por su boca, como de cigarro, que respiramos al no tener otra alternativa.

2
Pero algo me crispó. El hombre no traía un cigarro en su mano, sino una especie de herramienta. Como un medidor de presión de llantas.

3
Regresé mi atención al recuerdo del humo blanco. Había salido uniformemente de su boca. Humo blanco. Me asusté. ¿Qué habíamos inhalado?

4
Seguimos caminando. Él parecía muy tranquilo. Una amenaza entró en mi conciencia, pues era 9/11. ¿Y si se trataba de un terrorista?

5
Digamos, un terrorista que acababa de contaminar la atmósfera del mercado con un gas mortífero, y nadie se había dado cuenta, más que yo.

6
Iniciamos las compras en Walmart, pero ya nada era igual. No podía dejar de pensar en ese hombre, que ya se había perdido entre la gente.


* * *
Publicado originalmente en Twitter, 9/11/13



Vendido

—Una vez que algo está vendido —me dice—, no se puede volver a vender.

Estoy de acuerdo con su observación, ¿pero cómo hacerle entender a ella?

—No puedes vender una cosa dos veces —continúa él—. Para que me entiendas, lo vendido, vendido está.

Asiento. Un poco inquieto, pero asiento.

—Se llama fraude —me dice—. Vender una cosa dos veces se llama fraude.

Solo una vez, pienso, solo una vez.

Rumblings in the night

Ya no tengo contacto con escritores de la frontera como antes. Todo cambia. Uno cambia. En fin.

Pero leo el blog de Lorena Mancilla, y respeto su constancia. Allí sigue escribiendo, blogueando. ¿Estará en Twitter? Lo dudo. Muchos autores no le han encontrado el sabor a Twitter. Daniel Salinas es otro que abrió su cuenta y la abandonó. Gerardo Nemónico es otro caso. El abandonar un medio que no satisface lo que un escritor determinado busca. Elogios, lectores, seguimiento, público.

Leo a Lorena Mancilla, la conozco poco, o algo, no sé, y digo, bueno, me gusta lo que escribe, y eso inspira a escribir: si ella continúa, ¿por qué yo no?

A veces se requiere de una sola persona para mover a muchos.

Quizá los blogs, el Twitter, algunas redes sociales, Facebook, no sean afortunadas para autores que no tienen la notoriedad como otros autores más conocidos, que con solo abrir su cuenta de Twitter, y con ella firmar sus columnas, ya tienen miles de seguidores, aun y cuando solo escriban superficialidades.

Tal es el mundo de los escribientes. Un placer solitario, de buena suerte. Buena estrella, si esta te visita.

Ay Twitter, ay blog.

Vengo de Twitter al blog, y lo más probable es que regrese a Twitter y deje el blog. Siempre dejo al blog. Quién lee y qué más da.

Escribo a intervalos (leo a intervalos), porque algo debo escribir. Lo malo es que esa necedad de escribir pide a gritos un lector. Si no, ¿por qué hacerlo en Internet, mmm?

Se ve muy caduco quejarse por no ser leido, se ve patetico. Pero precisamente eso es lo que me sucede en Twitter. Es un continuo 'no ser leido', solo 'ser visto'.

"Mira, allí va un tuit de ese tal BR. Mmm, no me interesa lo que escribe, sigamos leyendo los demás tuits".

¿Por qué no interesa un tuit? Mmm, ese es un dilema que no he podido resolver en casi un año de tuitear constantemente. Es la pregunta del millón, y yo no tengo la respuesta. Eso me ha dramatizado un calvario personal de insatisfacciones literarias, que van y vienen, porque el amor a escribir me mantiene fiel y constante, y allí ando, y aquí ando.

El drama de Twitter: ¿Por qué pierdo el tiempo allí? Lo hago por una razón muy obvia, por la misma razón que todos: por la inmediatez, por ser una literatura portátil que llevas en el bolsillo, y puedes sentir que aportaste algo al mundo desde la comodidad de tu smartphone.

Pero tal vez sea esa inmediatez portátil su peor enemigo, lo que le resta trascendencia al mensaje, aunque escribas muy bien.