2/22/2005

DE CRÍTICOS LITERARIOS


Ayer me pidieron una opinión. Me enviaron unos textos para que los leyera y diera una opinión. No me gusta hacer eso. Ese proceso de dar opinión al trabajo literario de otros, porque invariablemente termino siendo sincero, y en casos los textos leídos no son de mi agrado, y me parece más apropiado --como ayuda más que perjuicio--, dar una sincera opinión, aunque eso es difícil de aceptar. Digo, quién soy yo para decir cómo están las cosas. Nadie. Pero si alguien me pide una opinión, es porque de alguna forma deposita su confianza en mí para llevar a cabo dicho trabajo de disección. Hay críticos más profundos. Gente que le gusta criticar los escritos de otros. Para hacer ese trabajo, uno debe desconectarse del lado creativo del cerebro, para trasladarse al lado discriminatorio. Normalmente paso más lado del lado creativo, según mis observaciones personales, por lo que no me viene fácil ponerme a revisar los elementos de ficción de otros. Si lo hago, invariablemente suelo ser intuitivo. Me voy por la primera impresión mientras voy leyendo. Si el texto fluye, eso ya es ganancia. Al decir que fluye, me refiero a que las ideas son claras y interesantes, como para seguir invitando su lectura. Si se encuentran elementos que obstruyen la fluidez, entonces es más fácil ser crítico. Algo está fallando. Normalmente cuestiones de estructura y tensión. El texto no tiene buena forma y no tiene interés alguno. No se sabe a dónde va el autor con sus ideas. A final de cuentas, un texto contiene una historia --por más hermético que sea el asunto u abstracto--. Esa historia debe resumirse en una síntesis: de qué trata la historia. Si puedes contestar esto en unas líneas, has ganado la mitad de la batalla.

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