12/18/2004

ORINA


Para un hombre que pasa mucho tiempo en el carro, la cuestión de la orinada es un problema, sobretodo cuando trabajas algo retirado de la frontera, y de regreso a Tijuana vienes con un leve buzz de vino y la vejiga quiere soltar el licor en el próximo baño. Un problema: uno quiere llegar cuanto antes a Tijuana, para evitar la larga cola que se hace en las fechas decembrinas, y claro, al llegar a la cola, hay cola. Un gran chorizo fronterizo. En esos momentos de reflexión urinaria, donde uno aprieta con ganas EL CUERPO, me gustaría pensar que un día alguien va inventar una especie de receptáculo para momentos del tipo. Sacas tu bolsa de plástico tipo suero, te la conectas al miembro (para las mujeres tendría que ser un dildo), y sueltas la agua amarilla con todas las alegrías del mundo mientras observas a tu vecino en su carro, que también sonríe porque trae su bolsa conectada a los genitales. Recuerdo los días de la crápula solterona cuando salía y en momentos se nos hacía cómodo soltar la orina en un lote baldío o en una pared, los amigos y yo, dejar una firma para recordar la noche porque no había baño (deberían haber baños en la vía pública). También me tocó ser cómplice de una que otra fémina pipiona que pidiéndome que cuidara el panorama, que no viniera un voyerista, se bajaba el pantalón y como indita, se ponía a soltar la orina en la banqueta, mientras yo veía cómo corría un surco de agua por debajo del carro y eso podría delatarnos ante un passer by. En ocasiones, los compas ya entrados en ebriedades de alta velocidad, en el carro, y con flojera de bajarse siquiera a un lote baldío, simplemente llenaban una botella de cerveza con la orina, de preferencia una caguama, aunque era medio batido el asunto. Un miembro no entra en una caguama. Una vulva tampoco; o sí, pero ese es otro asunto.

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