1/03/2005

2005

ACLARACIÓN AL LECTOR

Me pasan las cosas más extrañas. En momentos pienso que es una de las suertes o destinos de ser 'autor'. La vida te tiene reservada las situaciones más extrañas (u extremas), casi bajo la premisa de que utilices estas situaciones para plasmarlas. Si quedas atorado en una tormenta en medio de la nada, es una forma de decirte que debes utilizar la experiencia. Life happens. Shit happens. Life is what
happens while you're busy making other plans.

EL TRIP, EL VIAJE, LA ODISEA

Bajo la premisa de quédate atorado en la montaña, iniciamos el viaje, como ya había mencionado anteriormente. El pronóstico del clima era intenso. Eso ya lo sabía. Pero uno enfrenta estos retos con gran entusiasmo: una forma de sentirse humano ante la Naturaleza. El caos de la tormenta. El gran reto. El trayecto por las carreteras fue limpio y rápido, aunque ya se atisbaba una serie de nubarrones que cubrían el horizonte. Después de tomar la 15, 215, 10, 30, subimos por la 330, la carretera de montaña que nos llevaría a nuestro destino, Running Springs, y empezamos a sentir la tormenta. Una serie de lloviznas frías mezcladas con viento, pronto la conducción del vehículo se hizo cuidadosa. La visibilidad era casi nula. Con los limpiabrisas en el nivel más alto, noté que un sopenco (cómo llamarlo de otra forma, un cretino), iba pegado a mí como burro en primavera. El famoso tailgating como dicen los americanos, y que es un no-no automovilístico. Si un carro se pega mucho a ti, debes dejarlo pasar (sobretodo en una tormenta). Este sopenco era insistente, y no había forma. En un momento de descuido (negligencia, sob), por ir espejeándolo, no tuve tiempo de reaccionar ante la ubicación de una piedra mediana y filosa. La piedra fue a dar contra las llantas, donde causó dos lesiones del lado izquierdo. Dos llantas ponchadas. El sopenco nos rebasó feliz de la vida (casi me sacaba el dedo por la ventana), y nosotros alcanzamos a circular a baja velocidad, hasta que pude maniobrar fuera de la carretera y así quedar varados en medio de la nada, con frió, y una familia medio instalada en panic mode, en plena tormenta, carretera de montaña. Ariadna (1/2 panic mode), y dos pequeños atrás, que la verdad, nunca entendieron en realidad qué pasaba: ellos continuaron sus vidas. Ariadna (1/2 panic mode) me instó a que buscara ayuda en Running Springs (Pide raite). Claro, no sabíamos a cuántos kilómetros estábamos de Running Springs y tampoco los iba dejar solos: La lluvia azotaba y la luz del día se iba. Bajo esas mortíferas condiciones de viaje, me salí al frió-aguacero, y con un paraguas como única protección, saqué un cigarro, tratando de no pensar en las películas de Stephen King. Una cosa es ir solo, otra es ir con dos seres indefensos, bebés. Casi lloraba de los nervios-corajes, rayándole la madre al pendejete ese, y me dije, joder, por qué me pasa esto a mí, precisamente cuando me tomo las primeras vacaciones en un buen tiempo. Joder. Que me parta el rayo. Casi veía la mano del Creador apuntándome desde las nubes con su dedo delator, castigándome por situaciones pasadas.

LA RESOLUCIÓN

Para hacer mejor las cosas, la mía madre se había ido en su propio carro, junto a una tía (de cariño), la cual terminó conduciendo el vehículo y pronto estaban perdidas (la tía había solicitado que nos fuéramos separados porque se ponía 'nerviosa' al ir siguiendo a alguien: el famoso tailgating mentality). Entonces, este escribano organiza una serie de llamadas por celular. Aquí es donde haré el comentario de publicidad para decir que ese maldito aparatejo nos salvó la vida. No sé qué hubiéramos hecho sin él. Los grandes viajeros humanitarios pasaban a nuestro lado y no se paraban. Vale. Hice las llamadas. Una para enterarme que mi madre estaba perdida cerca de Los Ángeles, y ahora consternada porque su hijo y nietos estaban varados en la montaña. Y otra al 911, emergency-emergency, estamos varados en medio de la nada y esta casi nevando, help, ah sí, tenemos dos bebés que no saben nada. Resolución: una hora y media después, varios cigarros bajo la lluvia, llega la grúa, toda gloriosa como ayuda celestial, casi besaba al chofer, pidiéndole mercy, alabado sea tu trineo que nos llevará a un lugar calientito. Así fue. Al poco tiempo llegá mi mamá y la tía, y después de organizar facturas en el taller mecánico, volamos a la cabaña, donde ya azotaba una lluvia con vientos de alta velocidad. Esa noche nos quedamos sin energía eléctrica. Pero teníamos una chimenea. A las dos de la mañana empezó a nevar. Cuando abrimos los ojos, a las seis de la mañana, todo blanco. White. Ambiente invernal. Visibilidad cero. Gris. Gris blanco. Neblina. White.

LO DEMÁS

Empecé a tomar fotos de distintos paisajes. En realidad, no se podía hacer nada más en ese Winter Wonderland --las calles estaban tapizadas de nieve--. Había tarjetas postales por todas partes. Escenas de estética invernal. Fotos y más fotos. Clic. Frío. Clic. Cigarro. Snif. Momentos de cabaña para olvidar los malos momentos, y ahora con miradas incrédulas ante la lindura blanca que no dejaba de caer, y que nos daba una especie de armonía como ninguna otra. Ver nevar, y estar en una cabaña, es una forma de terapia. Ahí se reducen las cosas a cero. Sencillez. Todo es muy sencillo en ese ámbito. Uno ve a la naturaleza trabajar, cómo arregla las cosas, cómo organiza múltiples escenarios de flora y hielos, colores bancos que se adaptan al cambio sin ningún problema. El color blanco como forma de pureza. Todos nos purificamos esos días.

RESUMEN

Actividades de montaña, aunque en esta ocasión no esquié. Me dediqué a ser un bueno para nada. Comí mucho granola y bebí té. Terminé El Código Da Vinci (un best-seller típico, final soso). Nos deslizamos en la nieve. Maniobré por carreteras llenas de neblina. Luego, cuando todo pasó, y la naturaleza nos dejó descansar, vi un cielo pintado de estrellas como un árbol navideño. La obscuridad de montaña es deliciosa. Estrellas y firmamento. Frío. Snif. Clic. La cabaña tenía varias amenidades u cortesías de la propietaria. Una de ellas, un diario donde los huéspedes registraban sus impresiones. Me encargué de dejarle una nota a modo de post. Gracias, ojalá podamos regresar un día.

TODO TERMINA

Uno regresa con ganas de no regresar. El viaje de regreso siempre es más largo y tedioso de alguna forma. Uno llega y se instala en la rutina: en verdad vivimos rodeados de rutinas. Es lo que nos mantiene 'en forma', operando bajo un sistema de engranes y rutinas donde nadie se da cuenta. Rutinas pequeñas que le dan sentido a nuestra existencia. Por eso es bueno salir de viaje, snif; cuando se puede, claro.

Y CÓMO SABER QUE YA LLEGASTE A TIJUANA

Una de las primeras señales que tuve de que ya estaba en Tijuana, fue al bajarme en OXXO: vi Frontera, el diario local. En su portada venía una noticia típica de Tijuana (otra más, una de miles), que habían matado a un narcotraficante, o un crimen relacionado con el narcotráfico. Sí, me dije, ya estoy en Tijuana. Tristemente, ese es el panorama de Tijuana (aunque se niegue en varios círculos). Es lo que realmente le da una identidad a Tijuana.










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