En términos de ficción, la vida conyugal resulta probablemente feroz (para los artistas casados), en varias cirscuntancias y niveles de operatividad. Por un lado, tenemos el aspecto del cónyuge que no entiende la dinámica de entrega que un artista tiene con su trabajo.
Esto es una ficción del más alto grado.
El cónyuge, queriendo recibir el amor que un día tenía prometido, encuentra resistencia al ver cómo su ser querido se refugia en su mundo de arte, de palabras. Esto me ha sucedido tantas veces, que ahora, la mía esposa ya se hizo a la idea, y en momentos deja pasar la situación, sólo con que se efectúe la transacción de amor: el beso de buenas tardes, noches, hola cómo estás, cómo te fue en el trabajo amor de mi alma.
Pero hubo tiempos que no era así. Ella no interpretaba mis largos ratos enfrente de la maquina como una respuesta a su intento de amor. Ella pensaba que yo prefería estar escribiendo cuentos que nunca se iban a publicar, con tal de no estar con ella, viendo la televisión, o haciendo otras cosas que las parejas hacen.
Esto es un drama de delicadeza máxima. Si uno, como artista novato que trata de hacer algo que llene el espíritu, no acude al llamado del corazón conyugal, es probable que surjan problemas de química. Por lo tanto, viene la química feroz que fue el titulo de este humilde resumen.
Se trata de un animo vengativo que lleva a tomar decisiones drásticas, y que conducen a situaciones de mal amor, y resentimientos, que causan remordimiento en el alma del artista, siempre sensible.
Por lo tanto, se aconseja tener un tacto de acero, o de algodón. Depende de la pareja, claro está, y saludos a los que ya saben lo que digo, y saludos a los que no saben lo que digo.
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