11/17/2002

Tiempo extra

—¿Y de qué color son? —pregunté.

—No sé —dijo Gustavo—. No se ve muy bien. Yo creo que amarillos o rosas.

Apagamos el cigarrillo y volvimos al salón. Éramos dos suplentes. Dos seres sin muchas cosas qué hacer en el verano. Cuidábamos de los prospectos que resolvían el examen de admisión de la universidad.

Gustavo se sentó en el escritorio, yo me paré en la ventana. No pasó mucho tiempo para que me diera cuenta de las intenciones de mi amigo. Y para sorpresa mía, la candidata continuaba con sus formas. Las piernas separadas, y esa falda encima de los muslos. Lo interesante, era que se veía muy concentrada. Mordía el lápiz.

—Así no se puede pensar —dijo Gustavo, moviendo la cabeza.

—No pienses mucho. No es bueno pensar.

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