3/19/2005

ENCERRADO

Me tocó pasar catorce horas en la biblioteca de Chula Vista. Desde las siete de la noche, cuando todos los empleados abandonaron las instalaciones (a las seis cierran al público), hasta las nueve de la mañana cuando llegan y preparan todas sus labores, a las diez abren.

Nunca me había pasado eso, pero quizá era cuestión de tiempo. Siempre he visitado lugares de libros. Cuando entendí la situación (había hecho caso omiso a sus avisos de que iban a cerrar), sentí que el oxigeno se me iba.

Nunca me he visto como 'rata de biblioteca', pero ahí estaba. Una rata encerrada en una jaula, con muchas cosas que leer. Mis ideas volaron. El mar de posibilidades. Podía rondar las instalaciones a mi antojo, como investigador, podía leer.

Empezó a llover. Me ubiqué en el archivo de diarios. El simple olor de los periódicos era suficiente para transportarme a otros tiempos, cuando mi tío nos cuidaba. Él se ponía a leer el periódico, nosotros lo veíamos.

Otro misterio de la biblioteca se abrió ante mí, y fue como un asterisco en toda la velada. La empleada del mostrador, que le daba un aire de credibilidad a la biblioteca, con sus gafas de intelectual, look a la moda, senos abultados, mirada extraviada, racismo probable, gustaba guardar comics eróticos en un compartimiento secreto, debajo del mostrador.

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