4/06/2005

EL MISTERIO Y LOS SILENCIOS

Nunca he leído a Espido Freire, pero a ella le gusta mucho. Ella sí es escritora, me decía, en una de esas charlas improvisadas cuando yo llegaba a Starbucks y ella leía su novela, en el sillón, su favorito.

Starbucks no es una biblioteca, pero mucha gente lleva sus libros y se pone a leer con más proyección que en una biblioteca. Ella hacía eso, por esa razón la conocí. Me dio curiosidad: leía un libro en español. Nadie leía en español.

Trata de la vida de una escritora, me dijo. Eso me interesó. Me senté a su lado. Me llamo Naomi. No era norteamericana. Era mexicana. Le dije que yo tenía blog. Tengo blog. He leído un blog en toda mi vida, dijo. El de Belle de Jour. Esa sí es una escritora.

Me contaba sus anécdotas. Era periodista, pero en San Diego trabajaba de mesera. Todas las mañanas iba a Starbucks, quería ser escritora. Quisiera ser escritora, pero tengo mi alma vendida al diablo. No tengo talento.

Había estado casada con un compositor de rock en el Distrito Federal. Pero una mujer cambió su vida. Por eso vengo a Starbucks, para ver si ella viene aquí. Se trataba de una escritora, Toni, una poeta. Se habían conocido por Internet, en el messenger. Toni le enviaba poemas. Ella sí es escritora, me decía. En cambio yo utilizo la poesía como escape.

Su marido se enteró de todo. Exceso de rock, me decía. Mucho rock en la cabeza, nada en el corazón. Si hubiera sido médico, las cosas hubieran marchado mejor. Un médico y una escritora hacen mejor pareja. El médico trabaja, la escritora escribe.

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