Normalmente practico mi meditación nocturna cuando el pequeño bebé ha conciliado el sueño. Pero ese día, su mamá de alguna forma lo despertó, y mientras yo meditaba, escuchaba estas distracciones.
Se dice que cuando algo así sucede (no podemos controlar los sonidos del medio ambiente), que meditemos en el sonido. Intenté adoptar esa postura. Concentré mi atención en los llantos del pequeño.
Eso no me ayudó. Entendí que sus llantos eran más capricho que otra cosa, y eso me dio coraje. Mis dientes rechinaban: estaba muy a gusto en la pose meditativa y ahora deducía que el pequeño se pasaba de mala conducta.
Fue una buena meditación.
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