¿Que yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? —Whitman
Una de las facetas más incompresibles (y desesperantes) del ser humano es la contradicción. Por lo menos en mi caso, encuentro un conflicto enorme cuando percibo una contradicción en otra persona. Nótese que no digo en mí persona, pues yo también percibo algunas contradicciones.
Pero a lo que voy es esto: la exorbitante dificultad en entender el proceder de ciertas personas, podría acercarse a la empresa de encontrar una aguja en un pajar. Buena suerte con eso, a menos que seas un terapeuta y estés dispuesto a indagar en el subconsciente de dicha persona contradictoria.
Vayamos a un ejemplo burdo, donde se maneja la volatilidad del ser humano.
Entrada en una plática amena, una tertulia doméstica de petit comité, una mujer comenta o mejor dicho, despotrica en contra de un hombre no presente. "Está loquísimo", dice la mujer causando sorpresa entre quienes la escuchan. Luego la mujer continúa explicando las razones de por qué está loco ese hombre. "... Y deberías ver las novias que consigue, todas están locas como él".
Esos son comentarios que dejan en manifiesto que esa mujer no está interesada en lo mínimo en tener amistad o contacto con ese hombre, de hecho podría detestarlo. Pero bueno, estamos llenos de contradicciones, ¿no? Lo dijo Whitman.
Adelantamos el tiempo un poco y encontramos esa misma mujer poniendo 'likes' a las fotos y comentarios que ese mismo hombre publica en Facebook.
Momento, qué está pasando aquí, uno se pregunta, qué tipo de fenómeno contradictorio, o patológico, está sucediendo aquí.
Y la vida continúa.
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