—¿Qué tanto lo odias? —le preguntaron, enfrente de unos amigos.
Él asintió sin decir nada, escondido detrás de sus anteojos obscuros. Aun había luz, pero el lugar ya presentaba sombras.
—Perdón —dijo—, ¿podrías repetir la pregunta?
—¿Qué tanto lo odias?
Asintió y acercó el cigarro a su boca. Asintió y volteó hacia la calle, donde pasaba un Honda rojo. Volvió a asentir y fumó su tabaco. Sonrió un poco, no mucho, solo un poco.
—No entendí tu pregunta —dijo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario