1/11/2011

La protección

De todas formas terminamos en la misma habitación. Se había suscitado un problema en la reservación, y ese fin de semana el hotel estaba lleno. De forma que nos tocó compartir la habitación a dos hombres y dos mujeres.

Fiona, bien era sabido, era mucho de mi gusto. Y lo más seguro es que ella también lo sabía. Por lo mismo, cuando fue hora de irnos a dormir, cosa que no pudimos hacer (a las dos de la madrugada pensamos que eran las once de la noche) porque las hormonas volaban esa noche de verano, a ella se le ocurrió prudente usar unos pantaloncillos cortos para dormir. Probablemente pensó que de esa forma ella estaría protegida ante las miradas escrupulosas, que ya indagaban sus nalgas.

Dormir en pijama, muchos lo saben, enfrente de dos hombres en sus veintes que van a una convención del trabajo, es altamente alusivo a una tentación. Muchos han sucumbido ante esta tentación.

Pero los planes de Fiona no funcionaron muy bien. Pronto una cosa llevó a la otra. Pronto estábamos luchando los cuatro, aventando almohadas, empujándonos unos contra los otros. Fiona y yo terminamos en una cama.

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