Los niños no deberían sufrir. Los niños, en sus años de inocencia y pureza, deberían estar libres de males, vivir su felicidad con todo derecho infantil. Cuando veo un niño que no tiene la oportunidad de experimentar esa libertad o dicha como otros niños sí pueden, me pregunto acerca de la justicia o igualdad de la vida. Un niño es inocente, no conoce o distingue el bien o mal, sufrimiento o dolor. Hagamos pues, todo lo posible para dar felicidad a los niños, porque en ellos está reflejado el bien del humano.
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