7/14/2006

JUAN JOSÉ MILLÁS

El píloro

La máxima de que no hay venenos, sino dosis, se puede aplicar indistintamente a las sustancias químicas y a las obsesiones. Un grado pequeño de obsesión no viene mal, incluso puede resultar beneficioso. En todas las familias debería haber alguien que cerrara la llave del gas dos veces antes de irse a la cama, pues con una no basta (vean, si no, la cantidad de accidentes). Tampoco sobra cultivar unas porciones homeopáticas de paranoia. El delirio de persecución, si no adquiere las proporciones patológicas del nacionalismo, te empuja hacia delante, o hacia la izquierda (depende de por dónde te persigan). Los escritores lo utilizamos mucho para justificar nuestros fracasos, detrás de los cuales siempre hay una mano negra (el poder político, la crítica, los editores, la mediocridad ambiental, etcétera) empeñada en amargarnos la vida.

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