LA INDECISIÓN ES BUENA
Mi indecisión no es novedad. Siempre he sido especialmente titubeante al seleccionar productos o vestimentas, EQUIS COSAS. Ariadna sabe de estas modalidades, y gusta de darme la carrilla correspondiente. Cuando hemos ido shopping, comenta que me tardaré mucho en cierta maniobra. Lo que no sabe, o quiere admitir --más bien--, es que soy meramente impulsivo. Cuando llego a esos albores de la decisión, el impulso me hace comprar sin detenimiento: compro en volumen con todas las de le ley, según los antojos del momento, o necesidades. Vestimentas, pantalones. En una visita al almacén me surto de varios números para no tener que ir de compras luego. Así somos los hombres. Contundentes. Nada de ir de tienda en tienda buscando playeras o calzones de cuadritos. Me gusta el volumen, y en una sola ida --una vez al año--. También soy indeciso. Tenía tiempo diciéndole a Ariadna que quería comprar otra cámara digital, porque la que tenemos me parece torpe y anticuada. Un capricho, digamos, por cambiar de ejemplar. Este operativo tuvo varios momentos de indecisión. Visitas a tiendas, luego la cámara estaba sold-out. No había. Ahora ha cambiado todo. Pero la indecisión tendrá algo que ver con el resultado del problema. Verán. Compré la cámara con la tarjeta de crédito (goza ahorita y sufre después), bajo el influjo de la indecisión a todo lo que da. Incluso, cuando el vendedor me mostraba el producto, sabía EN ESE MOMENTO que regresaría la cámara unos días después. Sólo era el hecho de comprarla, y así borrar el impulso del sistema, luego regresar la cámara sin usarla (no soy encajoso). Es lo bueno de comprar en Estados Unidos, tienes un sistema de garantía espléndido, puedes regresar las cosas sin titubeos.
CHARCO DE LAS RANAS
Vayan a leer la liturgia de Ektor.
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