12/20/2004

SAN BERNARDINO
Las penurias o digamos, las restricciones, el status quo familiar no ha permitido deslices (viajes) este año. El pequeño nació, y las contingencias se vieron alteradas: mantuvimos una estancia continua durante el 2004, y de ahí no pasamos. Es por ello que para cerrar el 2004 hemos planeado un pequeño paseo a las montañas de San Bernardino, para gozar de ese ámbito selecto que tanto cautiva las hormonas autoriales. El ir a la montaña siempre ha sido mi desvarío. Veo una película con escenas de cabañas y nieve cayendo, y mis sentimientos se contagian. Varias películas basadas en los libros de Stephen King, tienen como escenario la montaña y la nieve. Eso me altera. Quizá me recuerda a las idas a la montaña con mi papá. De todas esas idas, sólo una o dos me tocó ver nevar. En una ocasión fui con mi hermano y nos tocó una tormenta de nieve, cerraron la montaña, no pudimos esquiar. El viaje de regreso fue una aventura. El carro se deslizaba en la carretera. Todo era blanco, cero visibilidad, el frío llegaba a los huesos. Ahora me encuentro checando weather.com, y me agrada ver que hay posibilidades de nieve. Nada mejor sería, para un servidor, cerrar el año de esa forma. Unos días en la cabaña, con la chimenea encendida, mientras afuera nieva.


THE DOOR
Los vecinos han forrado la puerta de su casa como si fuera regalo de Navidad. Ah, qué lindo se ve el papel brilloso con moño. Algo así como que esta casa es un regalo, o por lo menos esta puerta. Esa puerta que es clásica. Desde que llegaron los vecinos, de alguna región del 'noirte', trajeron consigo sus tradiciones noirteñas como dejar la puerta abierta todo el día para que entre el 'fresco'. El fresco en invierno y a las doce de la noche. Ni siquiera un mosquitero defiende la casa del frío. Se puede ver hasta la sala, donde siempre hay una televisión prendida. De forma que cuando uno sale, por ejemplo, a fumar un cigarro, se puede ver todo. Bueno, no todo.

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