(IV)
El sentirse habitado por ideas, en mi caso, es cosa de estar atento a lo que sucede. Prestar atención a los detalles, sucesos, imágenes que me inquietan. Esto sucede de sobremanera cuando escribo a menudo, o traigo una idea en mente, jugándola, trabajándola. Ese juego constante provoca más ideas. Quizá el secreto es mantener la mente en ese canal de recepción. Como un músculo que si lo ejercitas diario, produce resultados. En veces no todo lo que trabajo es material de texto, pero el ejercicio me funciona y me mantiene en ese canal. A veces abuso, claro, y toda idea la escribo impulsivamente, porque siempre he tenido ese hábito: Escribir impulsivamente lo que me obsesiona. Quizá no sigo tanto el decálogo de Quiroga --no escribas bajo el imperio de la emoción--, y escribo, escribo muy rápido: me precipito. Supongo que lo óptimo es un balance de reposo y escritura.
(III)
Pinches morros de hoy en día, escriben bien rápido en el teclado; chateando, claro.
(II)
Siempre regreso al cuaderno. Después de una larga ausencia, regreso al cuaderno. He ahí, en él, un sentimiento inmediato, espacio-extensión de uno mismo: lugar de información fresca.
(I)
Escribió algo interesante en su blog: La felicidad del espacio donde uno escribe. Quisiera agregar un comentario, diciendo que para no sentirme atado a la serie de factores espacio-tiempo que asegura una felicidad --confort del autor-- he pretendido observar varios métodos, lugares, horarios para mantenerme sorprendido, interesado. Sin embargo, en momentos no es fácil continuar este sistema, ya que por contingencias uno siempre regresa al mismo espacio, bajo los mismos horarios, métodos. El problema de esto, es que se logra una frustración. Una forma de confort que abarata la imaginación. En muchos casos, cuando siento un estancamiento, sé que en parte se debe al horario, lugar, método. Pues eso.
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