3/14/2004

en la familia política, uno encuentra diferencias superiores a lo que podemos tolerar. con el paso del tiempo, las diferencias son mayores. los defectos salen a relucir como imprecisiones: gustos distintos en todas las materias que irritan el ánimo por la convivencia. y es que, no escogemos a la familia política como lo hacemos con los amigos. a los amigos los escogemos por gustos similares. la familia política viene envuelta en el paquete cuando te gusta la hija.

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pareciera que uno siempre se complica las cosas al escribir. en varios escritos he leído que siempre se recomienda ser tú, encontrar tu voz, y no tratar de ser tan rebuscando formando imágenes complicadas, mediante vocabularios extensos. tal como si el escribir fuera una extensión del habla. este formato se logra con mayor facilidad al escribir sin pensar, esto es, mediante una prosa espontánea, donde el flujo de la palabra surge de la mente al teclado, sin intervenciones del autor, censura, autocrítica. siento que muchas veces tratamos de evitar este sistema, para no caer en formulas simplistas, y querer parecer más profundo, un enumeramiento de retóricas que en un momento dado, sólo son comprensibles por el autor. pero es más real escribir sencillo. esto es, suena más verdadero. pero todos sabemos que lo sencillo siempre es lo más complicado. he ahí el ingenio, de encontrar la esencia de lo sencillo, en una maraña de significados. siempre me pregunto si no abuso de este sistema, pero cuando trato de hacerlo de otra manera, se siente un acartonamiento.

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De Cortázar a Arreola:

"Los franceses, por ejemplo, se equivocan en su tratamiento del cuento... someten la materia narrativa a una serie de evoluciones y combinaciones complejas, a largo plazo, es decir, aplican la técnica privativa de la novela... escriben sus cuentos exactamente con el mismo lenguaje más o menos discursivo de la novela. Pero dando un paso más abajo, no cuesta ver que ello sucede porque el impulso motor del cuento es novelesco, y ahí está la gran macana... ahí está la burrada sin perdón, creer que un cuento, que es el diamante puro, puede confundirse con la larga operación de encontrar diamantes, que eso es la novela.

"Un Henry James es un gran cuentista, pero sus cuentos son siempre hijos de sus novelas, están sometidos a la misma elaboración circunstancial previa, esa técnica de envolver al lector antes de soltarle el meollo del cuento".

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