II
Hablemos de abstencionismo. Quizá una de las razones porque Hank ganó, fue que más de la mitad de Tijuana decidió no votar. Esto ya es una señal que cada vez se hace más evidente, más tajante. La gente ya no cree en el Gobierno. Vive en un estado de apatía, frustración, impotencia, dice, de qué sirve que vaya a votar si todo seguirá igual. Llegará el momento como esa novela de Saramago donde nadie acudirá a las urnas.
I
Bien. Hice mi parte. Fui a la casilla correspondiente donde me encontré a uno que otro conocido, y ahí deposité mi humilde voto. Uno para Munícipe, otro para Diputado. Después me entregué al suave relax del Dormingo, cuestión que ya a mi edad debe tomarse con calma, y aprovechar de los pocos tiempos de descanso que hay en la vida sin vacaciones (todos se van de vacaciones), ida al cine, comida, unas beers, regresar en la tarde noche, ver el progreso de los comicios, y sí, confirmar la sospecha, Hank iba al frente. Aquí fue cuando me cayó mal el señor Jorge Ramos del PAN. El señor se encontraba en su oficina de campaña, celebrando la victoria muy sonriente, aun y cuando en ese instante los resultados ya decían que el PRI iba ganando. Aquí me cayó mal, y dije, este wey es un mentiroso. Pero ahora qué. Ahora ya no se puede hacer nada. Ya ganó Hank. Lo que muchos temían. ¿Limpiará la ciudad de la impunidad? ¿Dejará que Blancornelas le siga tirando en el Zeta? ¿Regalará esos lotes que prometió si votaban por él? Ojalá alguien haga una lista de sus promesas de campaña ("Viva seguro", etc.), y cada vez que no se cumplan, se muestren en los medios para recordar que las promesas de campaña son espejismos, humo barato.
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