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Estoy un poco cansado de unos hostigamientos. Un amigo al que ocasionalmente encuentro por chat, me comparte sus angustias maritales. El hombre tiene la certeza de que su mujer lo engaña con un compañero del trabajo. Así mismo, hay hostigamientos de una mujer que conocí hace tiempo por email. Una amistad no muy interesante, que sin embargo ha dado frutos a momentos de confesión. No sé por qué la mujer me agarró de confidente (en un momento pensó que sus aventuras podrían ser material para mis cuentos), y tiene la ocurrencia de compartirme sus anécdotas de infiel, sus momentos de placer en un hotel. Hace poco me relató que durante un viaje a Europa un hombre de Praga le besó la boca. Eso me tranquilizó, escribió en su carta. No, no tengan temores. No creo que dichos confesores de secretos sean pareja uno del otro.
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Hablando con Mónica, llego a un entendimiento de una esencia de cocinero que he cultivado ya de hace tiempo. Alguna vez leí en su blog que en su casa los desayunos de fin de semana, específicamente los hot cakes, son una tradición. Ese tipo de tradiciones da hambre. Yo tengo una tradición (antojo) de hacer desayunos que se remonta a temprana edad. Mis padres divorciaron, y tuve que ingeniarme muchos quehaceres ya que mi mamá debía ir a trabajar. Aprendí a hacerme de cocinar la primera comida del día. Las más rica, a mi manera de ver: el desayuno. Actualmente me concentro en tres recetas de blanquillos revueltos. Una es familiar, huevos italianos si se quiere, con aceite de oliva, tomate, cebolla. Otra es tipo chorizo de soya con tomate. Otra es con jamón. En ocasiones trato de adornar el platillo con tortillas de harina integral recién hechas (tortillería), y salsa verde, unas rebanadas de aguacate, un vaso de leche.
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Hay un dictamen de forma de ser, una señora fuma un cigarro bajo el temple de cada quien su conducta sin tomar en cuenta el qué dirán. La señora se ubica en el mismo espacio abierto, un andador rodeado de vegetación afuera del edificio. Ahí se ubica la señora, de pie, un cigarro en la mano, un libro en la mano. La señora, la mujer obesa lee un libro, fuma. La gente pasa: la ve. La rutina de todos los días a las 930AM. Intervalos cortos y faenas laborales. La mujer obesa toma un breik. Fuma. Lee. La mujer obesa usa lentes.
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INTUICION Y SENTIMIENTO: el corazón es una llaga abierta a los designios del alma que llora un pleito absurdo del no-amor. Quiero cantar un silencio sin llagas o pulsos quebrados de silencio entre cortado y respiraciones vacías, momentos de placidez u vainilla.
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