No más terapias
En tiempos remotos, había una especie de terapia de largas consecuencias. Si una persona se portaba mal, la sujetaban a una silla con correas de cuero. Acto seguido, se traía a un bebé. Dicho bebé, no había dormido, y normalmente se encontraba en altos niveles de irritabilidad quejumbrosa, por lo que inmediatamente comenzaba a lloriquear su himno de mal humor a los oidos (tímpanos) del delincuente-paciente-victima (de 10 a 15 minutos), que luego salía de la terapia con ideas renovadas. No más delitos. No más terapias.
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